Las expectativas que se anuncian para el 2025 prometen más incertidumbre de la que ya hay en el mundo. En el 2024 más de la mitad de la población mundial eligió a quienes guiarán los destinos de sus países en los próximos años. Las guerras estuvieron en el frente de la información, así como la deriva a la derecha de países que parecían haber superado este fenómeno, mientras que los nacionalismos se posicionan, tal como lo muestran los resultados electorales.
El 10 de enero sabremos cuál es el futuro de Venezuela. Si hay espacio para la divergencia, para quienes están dispuestos a devolver ese país a la democracia o si, por el contrario, se mantendrán en el poder los mismos con las mismas, una dictadura incompetente y brutal, cada vez más parecida a la autocracia en la que se ha convertido Nicaragua. Edmundo González hasta ahora ha insistido en que se hará presente en Caracas para posesionarse, algo que por supuesto incomoda a Nicolás Maduro y a sus secuaces que advierten de consecuencias judiciales para quien deje de reconocer como legítimo ganador de la contienda electoral del 2024. Solo ese día sabremos si hay espacio para la esperanza en el país vecino, o debemos asumir que allí nada cambiará.
Para 10 días después, el 20 de enero, está prevista la posesión de un Donald Trump recargado y con una discurso de odio que ha crecido últimamente contra los migrantes. Es evidente que el regreso del expresidente le ha dado alas para ser aun más radical en algunas de sus posturas, por eso se está rodeando de personas que no solo piensan como él, sino que en algunas cosas lo hacen ver como moderado. Las visiones que ha expresado Trump de lo que debe ser su país parece de un imaginario más inspirado en libretos de Hollywood que de la realidad.
No podemos llamarnos a engaños, el primer mandato de Trump dejó consecuencias en el mundo cuyos efectos aún estamos padeciendo. Su escasa comprensión de la complejidad de los fenómenos internacionales, de la interdependencia entre naciones, de la necesidad de un equilibrio de fuerzas en el orden internacional, lo llevó a tomar decisiones que hoy se pagan, como los conflictos en Oriente Medio e incluso de la invasión de Rusia a Ucrania.
La migración, tanto en Estados Unidos como en Europa, estará a la orden del día. De los países empobrecidos y en guerra intentarán salir muchas personas y las puertas se cierran. Europa se enfrenta a un año en el que los votos de la derecha serán necesarios para lograr consensos y esto podría poner en riesgo muchos derechos que hoy se dan por descontados. La incertidumbre es un asunto más permanente en la gobernanza mundial, por lo que se requieren gobernantes con capacidad de entender que es acentuando la democracia como se deben resolver los problemas si queremos un futuro mejor para todos. Para conseguirlo, es necesario que los ciudadanos sigamos valorando los derechos civiles conquistados hasta ahora y no dar por sentado que esto ya se logró. Hay suficientes ejemplos por estos días en el mundo como para no quedarnos tan tranquilos.