Foto / www.pixabay.com / LA PATRIA / Afectados, familiares y personal asistencial solicitan intervención de las autoridades.
La Dorada, conocida por sus atardeceres apacibles y su cálido clima, enfrenta una tormenta silenciosa que amenaza a sus jóvenes. Desde las aulas escolares hasta los hogares, el murmullo de un problema ignorado se convierte en gritos de angustia. La salud mental, aspecto que pocos cuidan, pero que afecta a muchos, está llevando a decisiones fatales que dejan cicatrices imborrables en familias y comunidades.
En lo que va del año, el puerto caldense ha sido escenario de múltiples episodios de autolesiones y suicidios entre adolescentes y jóvenes. Según cifras preliminares de las autoridades de salud, los casos de trastornos de ansiedad y depresión han aumentado en un en los últimos tres años. A pesar de esa realidad alarmante, persiste la pregunta: ¿están las autoridades actuando a tiempo?
Una visita a un centro hospitalario revela un panorama desalentador. A pesar de contar con programas de promoción y prevención, los recursos asignados son limitados y el personal especializado es insuficiente.
“Hacemos lo que podemos, pero el problema requiere más que esfuerzos aislados. Necesitamos un enfoque integral que incluya a las familias, las escuelas y la comunidad”, confesó un trabajador de la salud que pidió no ser identificado.
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El silencio de los hogares
La familia, que debería ser el primer refugio, a menudo se convierte en el eco de la incomprensión: “Mi hijo comenzó a encerrarse en su cuarto y a evitar a sus amigos, pero nunca pensé que fuera algo serio hasta que intentó quitarse la vida”, relató, entre lágrimas, una madre de 38 años.
Como ella, muchos padres desconocen las señales de alerta y se enfrentan a la tragedia sin herramientas para afrontarla. En La Dorada han implementado líneas de atención psicológica, pero la cobertura sigue siendo insuficiente. Para muchos jóvenes, la única salida parece ser el silencio.
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La urgencia de actuar
Expertos en salud pública insisten en que tratar la salud mental no es solo una cuestión médica, sino una responsabilidad social. “Se necesita un cambio cultural que reconozca que la depresión, la ansiedad y otros trastornos son enfermedades reales que requieren atención profesional”, explicó un psicólogo, que lideró este año un programa piloto en instituciones educativas del municipio.
Este programa brindaba talleres sobre manejo emocional y resolución de conflictos a estudiantes y padres. Sin embargo, enfrentó barreras logísticas y presupuestales. “Hacemos un llamado a las autoridades locales y departamentales para que prioricen la salud mental en sus agendas. No podemos seguir perdiendo vidas por falta de intervención oportuna”, concluyó.
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Un llamado al cambio
La salud mental en La Dorada es una bomba de tiempo que exige respuestas inmediatas. Es hora de que las instituciones de salud intensifiquen sus acciones, que las familias reciban orientación y apoyo y que la sociedad deje de ver estos problemas como tabú.
No basta con lamentar las pérdidas. Es necesario prevenirlas. La salud mental no espera y cada minuto cuenta para salvar vidas. ¿Está La Dorada preparada para enfrentar este desafío? Las respuesta está en manos de todos.
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