Adiela Hernández
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LA PATRIA | MANIZALES

Adiela Hernández y su esposo, Julio Cesar Loaiza, administradores en La Galería, de la cafetería Bruselas, vieron por última vez a María Teresa Siro Giraldo.

Contaron que el sábado, a las 5:00 de la tarde, ella se reunió un buen rato con una de sus hijas, quien iba acompañada de su pareja. Como si presintiera que eran sus últimos momentos: “los abrazaba y los besaba, se mostró tan cariñosa con ellos, como lo fue siempre”, narró Hernández.

Pasadas las 8:00 de la noche, María Teresa le dijo a Adiela que iba para la Discoteca Yarumal a saludar a su hermana, quien labora allí. Quedaron en que al día siguiente ella iría a ayudar en el negocio, a las 10 de la mañana, a pesar de solo trabajaba allí los sábados.

Pero los únicos que aparecieron fueron los agentes del CTI. Ahí fue cuando se enteró de la tragedia: Ángela María Rengijo, hija de María Teresa, llegó a la casa a las 5:00 de la mañana, después de una fiesta, y la encontró semidesnuda, con la camisa medio puesta y muerta en la cama. Tenía múltiples heridas de arma blanca y con el cuarto lleno de sangre.

“Sentí un vacío tan grande, no lo podía creer, porque ella no se metía con nadie, no era grosera, ni le conocimos enemigos”, dijo Adiela.

¿Crimen pasional?

Berenice, hermana de la occisa, indicó que una mujer tan católica no se merecía una muerte tan cruel. Narró que el viernes almorzaron juntas y que María Teresa se la pasó hablando de aún esperaba su principe azul. “A pesar de que Ángela María la acompañaba, ella se sentía muy sola desde que su hija mayor se fue a vivir con su pareja hace dos meses”.

Sus allegados contaron que hasta hace tres meses María Teresa estuvo saliendo con un muchacho de 25 años. De él estaba muy enamorada e, incluso, lo llevó en varias ocasiones a la cafetería Bruselas. Al parecer, habían vuelto a verse, contó el coronel Javier Darío Sierra, subcomandante de la Policía Metropolitana de Manizales.

El alto oficial indicó que los vecinos la vieron en varias ocasiones ingresar a su vivienda con un hombre. Además, cuando la hija llegó, la puerta estaba abierta y la chapa no estaba forzada, lo que lleva a deducir que el asesino, posiblemente, fue una persona muy cercana a la víctima, “parece que fue un crimen pasional”, dijo el coronel Sierra. Sin embargo, eso lo determinarán las investigaciones que adelantan las autoridades competentes, para ellas es imperativo dar con el responsable.

Luchadora

La víctima también vendía chance y boletas en semana, especialmente en Liborio y Fátima, donde tenía a su familia y a sus amigos más cercanos. En el Carmen apenas llevaba dos meses viviendo y solo llegaba a dormir, por lo que nadie la conocia en el vecindario.

Los allegados de María Teresa contaron que tuvo una vida de muchas carencias económicas. Pero eso no la amilanó. Fue una luchadora que soñaba con que sus hijas salieran adelante, así a ella le tocara trabajar, ocasionalmente, de aseadora en casas y edificios, porque desde muy niña le hacía a todo para sobrevivir, ya que solo pudo estudiar hasta quinto de primaria.

Jesús David López, el que le vendía las verduras, extrañará los saludos cordiales que le regalaba cada mañana. Adiela Hernández y su esposo, Julio Cesar Loaiza, añorarán la alegría que emanaba al cantar, mientras laboraba en la cafetería Bruselas. Mientras que su hija, Ángela María, y Berenice, su hermana, recordarán su capacidad para sacarle una sonrisa, con sus chanzas, a las penurias de la vida.

El pasado domingo en la noche Adiela vio a María Teresa cuando llegó a su negocio, y con la sonrisa que la caracterizaba, le cogió los cachetes y le dijo: “Adielita”, así se despidió de ella en un sueño. El lunes se realizó su entierro a las 4:00 de la tarde en el Cementerio Cristo Rey.

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