Desde el 4 de diciembre de 2000 la Asamblea General de la ONU proclamó el 18 de diciembre como el “Día Internacional del Migrante”. Esta importante fecha fue exaltada en la reciente columna del padre Efraín Castaño, a la cual llamó “Paseo y migración”, que fue publicada por La Patria en idéntica fecha y en la que hace un expreso reconocimiento a quienes dedican parte de sus vidas a llevar techo, alimento, afecto y porqué no, regalos a los migrantes y desplazados.
El rezo de la novena de Navidad o “para el Aguinaldo”, según la versión original de su creador, el fraile franciscano Fernando de Jesús Larrea, se ha convertido más que en una manifestación del fervor cristiano o católico en un fenómeno cultural que hace parte de las festividades y agendas gastronómicas navideñas de empresas, universidades y centros comerciales, donde poco o nada se logra apropiar sobre la narrativa contenida en el famoso texto franciscano.
Lo que se ha construido tradicionalmente es que primero se reza y luego se come, lo cual es muy significativo al menos en términos de generar espacios de socialización y convivencia. Relata el texto religioso que María salió en embarazo de Nazareth en compañía de su esposo José, quienes recorrieron una distancia de 150 kilómetros hasta la ciudad de Belén de Judá. Eran migrantes y como tales, pasaron penurias, hambres y desprecios de la población, que por supuesto no les ofreció albergue. Si Jesús hubiera nacido hoy, sería titular de prensa: “Niño nació en una gruta”. Esto no es nada distinto a lo que viene sucediendo y ha sucedido con los venezolanos en nuestro territorio, haitianos, africanos, palestinos, sirios, ucranianos, latinos y, por supuesto, colombianos en el exterior. No en vano recordemos que, según datos de las Naciones Unidas, Colombia es el tercer país con mayor número de desplazados internos (6,9 millones) después de Sudán (9,1 millones) y Siria (7, 2 millones). Y en lo que respecta al coeficiente de Gini, Colombia es el tercer país del mundo y el primero en el continente americano en materia de desigualdad, lo que deja en evidencia que el tradicional pesebre y la novena son un símbolo y proclama a nuestra realidad socioeconómica.
Más allá de su fundamentación teológica, desde una perspectiva sociológica e historiográfica, la novena de aguinaldos relata los dramas de los migrantes, los desplazados y los pobres. Por eso María, en embarazo de Jesús y José en su largo y penoso camino, no hallaron quién les brindara apoyo. La representación del pesebre es un escenario de contrastes: una familia en desgracia que camina y pide ayuda a través de las famosas “posadas”, en medio de la exhuberancia de prados y rebaños de animales que no son para ellos, sólo adornos. Estas simbologías tan arraigadas en nuestra población, deberían servir para reflexionar profundamente sobre la necesidad de realizar procesos de transformación social más allá de salutaciones y rezos que permitan una sociedad colombiana más igualitaria e incluyente.