La semana pasada tuve la oportunidad de vivir una experiencia esperanzadora y reconfortante. Lideré en la Cámara de Representantes un reconocimiento a doña Nydia Quintero de Balcázar y a la Fundación Solidaridad por Colombia, que ella dirigió durante varias décadas. Ese reconocimiento me dio la oportunidad de acercarme a una persona significativa que emana bondad en cada parte de su ser, un referente de cosas buenas en un país necesitado de ese tipo de presencias y ejemplos. Doña Nydia Quintero es responsabilidad social, compromiso, sentido de futuro, y sobre todo, cómo no decirlo, solidaridad.

Varias generaciones de colombianos nos acostumbramos a su figura en medio de inundaciones, derrumbes, sequías y cualquier otro evento que se encarnizara con comunidades indefensas. En la prensa de la época veíamos fotografías de ella llegando a los escenarios más inhóspitos, con su sonrisa, extendiendo la mano, con palabras reparadoras, apelando siempre a la esperanza. Es difícil saber qué siente una persona sumergida en la calamidad cuando ve un ser cargado de esperanza, optimismo, fuerza, bondad, generosidad, compromiso y sentido del otro. Seguramente esa sonrisa, y esa actitud es algo que seguirán rememorando muchas personas que lo vivieron, y encontraron en ella la fuerza para ponerse de pie y seguir adelante.

En el fondo de todo se adivina la convicción de que no se puede ser indiferente, no se puede mirar para otro lado, no se puede hacer como si los problemas no existieran, porque la verdad es que ellos existen y necesitan de nuestra participación para mitigar su impacto negativo. Eso es algo que nos enseñó doña Nydia con su vida y su obra. La solidaridad es una palabra que teje comunidad, cohesiona vidas, crea sentido de pertenencia, incentiva el respeto, concientiza que no estamos solos, que hacemos parte de algo más grande, que hay muchos brazos que complementan nuestros propios brazos, dándonos más fuerza, convirtiéndose en un antídoto contra las carencias, las debilidades, la exclusión y la discriminación, ayudándonos a entender la diversidad de la que hacemos parte e impulsándonos a reconstruirnos; acogiendo, y dejándonos acoger, al concientizarnos de nuestra fuerza, pero también de nuestras vulnerabilidades, de nuestros límites y de nuestras enormes potencialidades.

Es difícil elegir una palabra mejor que esa para sintetizar lo que se convertiría en la vida y la obra de doña Nydia. Desde hace algunos años el legado de Solidaridad por Colombia, con enorme pasión y entrega, lo tiene su nieta María Carolina Hoyos, quien también es nieta de la caldense insigne Pilar Villegas de Hoyos, y como buena nieta de esas abuelas, ella no solo retomó el legado y lo enriqueció, sino que le aportó su propia mirada con nueva creatividad, pero con el mismo ímpetu y sentido del deber de siempre.

La semilla que plantó doña Nydia creció en tierra fértil y hoy sigue dando más y más frutos. Qué bueno que pudimos decirle gracias por todo lo que hizo, gracias por no haber mirado para otro lado, gracias por no distraerse, gracias por haber estado en donde tocaba estar, gracias por entregar tanto a tantos.