A propósito de los cambios asociados con la Navidad y el Año Nuevo, ¿alguna vez han cambiado de ruta para ir a un sitio y se han sentido sorprendidos? ¡Es normal! El cambio puede ser desconcertante, pero la clave para perderle el miedo es no hacerle resistencia, y mucho menos cuando ese cambio está orientado al progreso integral del ser humano, de la sociedad y de su territorio, como nos está pasando en Colombia.
Hablemos primero de los motivos para apoyar los cambios: la vida es como un río, siempre fluyendo y transformándolo todo. Resistirse al cambio es como intentar detener el río con las manos. ¡Imposible! En lugar de luchar contra la corriente, ¿por qué no aprender a navegar? Cambiar genera la posibilidad de crecer, de aprender algo nuevo y de convertirnos en mejores versiones de nosotros mismos.
Claro, los cambios pueden desacomodar, ¡y desacomodan!, y algunas veces nos generan tensiones y hasta un poco de temor, pero ¿quién no ha sentido mariposas en el estómago antes de un gran salto? Es parte del proceso. Al aceptar el cambio generamos ajustes que nos permiten adaptarnos, crecer y fortalecernos. ¡Es como hacer ejercicio para el alma!
Además, podemos impactar positivamente el mundo si nos abrirnos al cambio y nos convertimos en mejores personas, siendo más solidarios con la humanidad y con la naturaleza. Estaremos beneficiándonos todos con cada pequeño ajuste que hagamos en nuestra vida diaria, cuidando la naturaleza y el planeta, cooperando y siendo solidarios, respetando los recursos públicos y los derechos de los demás, cuidando el valor de la palabra y el cumplimiento de los compromisos.
No veamos el cambio como un monstruo aterrador, ¡convirtámoslo en nuestro amigo! Adoptar el cambio hacia un modelo de desarrollo progresista, como el colombiano, es fundamental por varias razones: la primera es que es amigable con el medio ambiente, garantiza los derechos, prioriza el bienestar de los más débiles, busca que todos tengan oportunidades, en especial los más vulnerables. Al acogerlo construimos una sociedad cooperadora, equitativa y solidaria, donde cada voz cuenta y cada necesidad es prioridad.
La segunda razón es que un modelo que respeta los derechos humanos y promueve lo público nos ayuda a construir comunidades fuertes y cohesionadas, mejora nuestras condiciones de vida y fortalece el tejido social. Tercero: cuando adoptamos ese enfoque, además de proteger nuestro planeta estamos construyendo un futuro sostenible para las próximas generaciones.
La propuesta es que en lugar de temer al cambio lo adoptemos como una oportunidad para crecer y mejorar. El cambio puede asustar un poco, pero al final es una ganancia para todos. Por eso la próxima vez que sepamos y sintamos que el cambio se hace realidad, vamos a sonreír y a recordar que es una oportunidad para ser más humanos y solidarios. Vamos a surfear en las olas del cambio, ¡juntos!
Coletilla: Es curioso cómo la derecha tradicional y el neopopulismo se aferran al pasado como si tuvieran un contrato vitalicio con el estancamiento, mientras el resto del mundo avanza navegando en las olas del progreso, entendiéndolo como lo definí en otra columna: buen vivir, estar mejor, ser mejores.