Soy de los que opinan que Colombia va bien. Es cierto que aún existen grupos de nostálgicos de la mano dura, que gritan “fuera Petro” en eventos como corridas de toros, exposiciones equinas, competencias de ciclismo (con inscripción paga) o partidos de fútbol en Barranquilla (donde los Char). Sin embargo son millones los colombianos que han salido de la pobreza, cientos de miles los que vieron mejoradas sus condiciones laborales y miles de familias a las que se les han restituido sus tierras. Y son muchos los que se han beneficiado con las políticas para reducir la desigualdad, para fomentar la paz y la reconciliación, para fortalecer el sistema educativo y recuperar el sistema de salud, para lograr la gobernanza y la transparencia, etc.

También es cierto que la gestión del presidente, Gustavo Petro, no ha logrado materializar todas las promesas de campaña. Estas son algunas razones para ello: Falta de poder político real, por la resistencia de los partidos tradicionales para construir acuerdos sobre lo fundamental para la población colombiana. Otra razón son las limitaciones económicas ocasionadas por la corrupción; la desfinanciación del fondo de estabilización de la gasolina; la inmensa deuda a corto plazo contraída por el Gobierno Duque para subsidiar a los ricos, y el rechazo del plan de endeudamiento presentado al Congreso por el presidente Petro. Además, la excesiva burocracia y los complejos trámites administrativos ralentizan la implementación de muchas iniciativas gubernamentales. Esto sin desconocer que la falta de comunicación clara y efectiva evita que se conozcan, se acepten y/o se ejecuten las propuestas de cambio en las regiones. Otra razón para el freno en las políticas del cambio es haber incluido en el Gobierno a políticos de derecha que en Bogotá posan de progresistas, pero que en las regiones son tradicionales gamonales y clientelistas.

Sin duda hay temas que necesitan mayor atención del Gobierno para acercarnos a la promesa de convertir a Colombia en una potencia de vida, por ejemplo: La justicia social y la equidad económica, generando más oportunidades y fortaleciendo los programas de apoyo a poblaciones vulnerables. La paz y la reconciliación nacional, consolidando los acuerdos de paz total, para garantizar y promover la convivencia pacífica.

El desarrollo sostenible, evitando la depredación y cambiando la matriz energética. La educación universal y de calidad en todos los niveles, ampliando la cobertura y mejorando la infraestructura educativa. Recuperación del sistema de salud, fortaleciendo campañas de prevención y mejorando la capacidad de atención pública. La economía productiva, innovando, cooperando y siendo solidarios, y apoyando el desarrollo tecnológico. La gobernanza transparente y la participación ciudadana, para garantizar la rendición de cuentas y la inclusión de la sociedad civil en la toma de decisiones públicas; etcétera.

Las tareas del cambio no se resuelven en cuatro años, y este Gobierno se ha ganado la voluntad popular y la solidaridad de la gente. Por ello opino que, en 2026, el poder ejecutivo se mantendrá, se ampliará el poder legislativo y se fortalecerá la actitud positiva ciudadana frente a la profundización del cambio.

Esa es la tarea y para ello los Progresistas de verdad “vamos por más”.