Comenzó el 2025 y con él un año preelectoral, en el cual los partidos políticos afianzan a sus mejores alfiles para lograr curules en el Congreso y por qué no, la tan anhelada Presidencia. Estos 365 días deberían servirnos de reflexión para pensar como colombianos qué es lo que queremos para los próximos cuatro años. La continuidad de un gobierno socialista y planificador o la apertura a un gobierno que apoya la libertad y la libre empresa.
En este periodo de Gobierno se ha visto el aumento significativo del Estado, un ente que más allá de ejecutar se ha dedicado a contratar personas y empresas con el fin de asegurar su electorado para las próximas elecciones. La contratación ya no se basa en perfiles profesionales y experiencia, sino en fuerza de votación, y la asignación de recursos no se hace con criterios técnicos, sino con sentimientos de rencor y de revanchismo (caso salud).
Estamos frente a la inminente pérdida ideológica de los partidos políticos, que dejaron atrás su historia y la razón por la que se conformaron para entregarse a la burocracia y las transacciones, formando un electorado que automáticamente se somete y camina por el sendero de la esclavitud y la servidumbre.
A todo eso se suma la incongruencia de los políticos: Son unos en Bogotá y otros en las regiones. En la capital vociferan de apoyar las libertades, de estar de acuerdo con el orden, la ley y la Constitución, pero en la llamada provincia contribuyen a la izquierda socialista.
Una izquierda que busca el totalitarismo y la coerción, que se basa en amenazas para destruir y doblegar a la gente a través de subsidios y contratos. Como lo decía Alexis de Tocqueville, “el socialismo hace de cada hombre un simple agente, un simple número”. Usan a la gente con la disculpa de la lucha social y la igualdad, y sí, ese debería ser el fin; pero, citando a De Tocqueville la diferencia entre la democracia y el socialismo es que mientras la primera aspira a la igualdad en la libertad; la segunda, aspira a la igualdad en la coerción y la servidumbre.
El camino tampoco es entregarse a las castas ni a los grupos de interés privilegiados, que a través de su presión obtienen resultados para ellos, como los recientes casos que hemos tenido con los gobiernos anteriores. El reto es entender que la solución tampoco está en el centro, que históricamente solo ha beneficiado a la izquierda socialista.
Pensamos que lo que se requiere es un nuevo liderazgo que actué dentro de la democracia, por la defensa de nuestras libertades y en la búsqueda del crecimiento y la prosperidad, entendiendo que sus decisiones deben estar orientadas a beneficiar a toda la población porque: solo lo que es bueno para todos es bueno para cada uno de nosotros.
¿Los colombianos seremos capaces de asumir con conciencia el desafío que se nos avecina?, ¿seguiremos el ejemplo de Cuba, Argentina y Venezuela?, ¿haremos caso omiso de estos ejemplos que han llevado al empobrecimiento de estas sociedades? O por el contrario, despertaremos y en lugar de elegir la continuidad del colectivismo votaremos por la libertad del ciudadano.