Foto | EFE | LA PATRIA
Las autoridades estadounidenses empezaron a trasladar a migrantes a la base de Guantánamo. Aseguran que hay miembros del tren de Aragua, y las ONG alegan falta de pruebas.
Tras un mes de golpizas, humillaciones y poca comida, un manizaleño pudo regresar a Colombia, eso sí, con el temor de que su vida siga corriendo riesgo por las denuncias que su esposa hizo contra expendedores de estupefacientes.
Su travesía arrancó el año pasado, cuando él y cuatro familiares intentaron cruzar a suelo estadounidense, en donde está radicada su pareja. Sin embargo, el endurecimiento de las sanciones contra los inmigrantes, con la elección de Donald Trump, todo se fue al traste.
Fueron casi 15 días durante los que estuvieron retenidos en un centro de detención en Laredo, Texas, hasta que por fin les dieron la libertad y volvieron a Colombia. Sin embargo, al hombre le negaron esa posibilidad y lo enviaron a la cárcel de Río Grande.
Separado de su familia en centro de detención
Él recordó las pocas horas de sueño, la obligación para ir a bañarse en la madrugada, en pleno invierno, la comida que parecía "para cerdos" y las papas fritas en paquete de sabores fuertes, que eran lo único medio decente que podía comer y le terminó pelando la boca.
Estuvo separado del resto porque las autoridades gringas decidieron que su proceso para intentar obtener el asilo debía ser aparte. En una ocasión, por intentar asomarse a ver a su yerno, agentes lo sometieron, lo golpearon y le pusieron unas esposas.
Dijo que entre todos esos demonios que soportó hubo un funcionario que se preocupó por él y lo respetaba. Ordenó liberarlo y evitó que lo metieran a un espacio diminuto y cerrado, conocido como el hueco.
No volvió a saber de la suerte de sus allegados, sino a las dos semanas cuando lo trasladaron a la cárcel de Río Grande. Desde allí pudo comunicarse con su esposa, quien no solo respiró por escucharlo, sino que le contó que el resto ya estaba de regreso a Colombia.
Pesadillas en la cárcel y asesinato de peruano
"La única forma de sacarnos era cuando íbamos a hablar con el juez. Me trató como una basura, una porquería, criticándome que no tenía por qué ingresar pagándoles a los coyotes. Le dije que no podía volver a mi país, me respondió que no le importaba y la decisión estaba tomada", dijo el manizaleño.
Tras saber que iba a salir expulsado, su siguiente destino fue la cárcel. Al llegar se topó con la mafia, miembros del tren de Aragua, las maras salvatruchas, entre otros. Desde el primer día se le acercaron sujetos a ofrecerle protección. La cuota era de 100 dólares semanales.
En medio de una discusión con un sujeto que "se la montó", un grupo de personas lo agarró y le pidió calmarse para que no alargara su suplicio. Recordó a un cubano y a otros colombianos, quienes lograron calmarlo y se convirtieron en su compañía.
Para ducharse, comer o hacer sus necesidades tenían que andar en grupo, porque a quien diera el pago le terminaba yendo mal. Un día, cuando pretendían ir al baño, les negaron el ingreso.
Luego supo que la causa fue el homicidio de un peruano, a quien "picaron con bisturí" en la zona de duchas. Allá reina el silencio y no se sabe si se trata de la negligencia de los custodios o el temor hacia estas bandas organizadas.
Regreso a la libertad tras un mes
Cuando lograba hablar con su esposa, le decía que todo estaba bien, pero adentro se vivía otra pesadilla, no solo por la inseguridad dentro de la cárcel, sino por el temor de que lo estuvieran escuchando y alargaran su detención.
Durante el pasado fin de semana, día tras día los obligaron a organizarse para salir, pero jugaban con ellos. Les ordenaban regresar a sus celdas, hasta que el lunes pasado en la madrugada, 109 colombianos entre hombres y mujeres, recibieron el llamado para abordar el avión. Otros 4 tuvieron que devolverse sin saber la razón.
Agradeció al Gobierno nacional por preocuparse por su integridad. Desde que se subió al avión pudo despedirse de las esposas que lo aprisionaron en manos, pies y cintura. Por fin lo trataron con dignidad y dijo que ante la amenaza sobre su familia, siente que en Colombia podrá arreglárselas.
Sin protección ante denuncias en Manizales
Aunque la lideresa social cuenta con protección de la UNP desde el 2022, esta ha sido a medias. A mediados del 2024 se ordenó que le brindaran un escolta, chaleco antibalas y equipo de comunicación. Sin embargo, solo pudo contar con el acompañamiento de un agente. Ante el constante asedio debió abandonar el país. Su familia, mientras tanto, sigue bajo el anonimato.
Sometidos a maltratos psicológicos
"A la mayoría de muchachos con los que estaba en Laredo les tocaba tomar antidepresivos, uno cree que se va a enloquecer por el maltrato psicológico, esa gente es muy mala. Ellos vienen a Colombia y aquí se les trata muy bien", dijo el manizaleño.
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