Pesar por la demolición de la casa de Ernesto Gutiérrez
Señor director:
Conservar el patrimonio arquitectónico de las ciudades es fundamental por razones históricas y culturales. Es testigo de la historia de una ciudad. Los edificios cuentan las historias de las personas que vivieron y trabajaron en ellos. Preservarlos ayuda a mantener viva la memoria histórica y cultural de una comunidad. A menudo representan la identidad única de una ciudad. Son símbolos locales que generan orgullo y pertenencia entre los residentes. Distinguen una ciudad de otra y fortalecen la identidad común.
Enseñan a las generaciones futuras sobre arquitectura, construcción y la evolución histórica de la sociedad y atraen turismo. Muchos edificios históricos pueden ser adaptados para su uso moderno sin perder su valor histórico. Transformar estas estructuras para funciones contemporáneas (como oficinas, museos, viviendas) puede prolongar su vida útil y relevancia. Veo hoy desde la ventana de mi oficina, construida en el lote que ocupara uno de esos hitos hoy conocidos solo por generaciones ya antiguas, la demolición de la que fuera residencia del doctor Ernesto Gutiérrez Arango, en la esquina de la calle 63 con carrera 23.
Una de las dos o tres casas de la señorial Manizales, que en los años 50 y 60 llenaban la avenida Santander. Grandes casas familiares, con amplios antejardines y árboles que rompen el concreto que en forma de edificios se abalanzan sobre los andenes. Con cuánto cariño conservó el exalcalde esa casa que tuvo mucho tiempo el escudo de México en la fachada, pues allí funcionaba un consulado de ese país. Ya está la casa en el suelo, los árboles también fueron tumbados y los dos más bellos esperan ser talados en aras del parqueadero en que se convertirá el lote despejado. Varias generaciones pasamos frente a esa casa y miramos desde los buses urbanos el auto bajito, único en la ciudad, del propietario, que amó la ciudad y la definió como ninguno otro.
Sí, las grandes urbes del planeta son selvas de concreto; algunas de bella arquitectura que enorgullece: Chicago, Nueva York, Londres…, pero nadie piensa en echar abajo las casas de los Campos Elíseos en París, por mucho que sea el dinero que podrían sacarle al lote. Una lágrima por este hito que desaparece. No hay amor por la ciudad, lo que se ve en el Centro Histórico, la otrora hermosa carrera 23 es un relajo, la Plaza de Bolívar una cosa sin gracia, el llamado Palacio Arzobispal da pena… Bienvenidos al futuro.
Luis Fernando Gutiérrez Cardona