El compositor español Joaquín Turina se encontraba en el patio de caballos de la Plaza de Toros de Madrid, antes de comenzar una de tantas corridas con público apretujado. Alcanzaba a ver la capilla que expelía su unción, detrás de una puerta pequeñita. Veía entrar y salir de allí a los toreros y sus cuadrillas, en turnos que empujaban el corto tiempo que quedaba para la salida al ruedo. Rezaban, devotos, en silencio. Aún así, desde allí se alcanzaba sentir el fulgor de la plaza, el zumbido de la algarabía en las gradas y la arena hirviendo por el sol.
En ese momento, Turina dijo encontrar la inspiración para escribir su obra “La oración del torero” (1925). Decía que se le ofreció en toda plenitud el contraste de la algarabía lejana de la plaza “con la devoción de los que ante el altar, pobre y lleno de entrañable poesía, venían a rogar a Dios por su vida (…) y por la esperanza que acaso iban a dejar para siempre dentro de unos instantes, en aquel ruedo lleno de risas, de música y de sol”.
Da muchas luces ese lugar que le tocó a Turina. El del patio de caballos. Ni en la capilla, ni en el ruedo, ni del todo en lo poético, ni del todo en lo festivo. Un espacio en el medio, o mejor, de salto de un lugar a otro, una y otra vez.
Y esta no es una columna para hablar de toros. Es para hablar de la Feria de Manizales, cuando la temporada taurina no solo tambalea, por orden legal, sino que parece quedarse corta como relato de identidad de la fiesta. (Algunas de las columnas anteriores, aquí: (1) https://shorturl.at/Lsrzx) (2): https://shorturl.at/ETDOV), (3) https://shorturl.at/jfHiQ).
En cualquier caso, esta anécdota taurina deja ver la urgencia de encontrar un lugar en el medio, como el de Turina, para lograr una Feria revitalizada. Pero en estos tiempos, en que nos hemos ido a vivir a la festividad y a las rutinas de la algarabía, nos está costando echar la mirada a la poesía de nuestra fiesta. ¿Dónde está?
En esta edición de 2025 encontré tres puertas para darle fuerza a lo poético. La primera, las carrozas de pájaros durante el Desfile de las Naciones -un acierto de la Promotora de Eventos de la ciudad, incluso en su decisión de intercambiar conocimientos poéticos con el Carnaval de Blancos y Negros-. Las aves mostraron algo de su potencia de volverse poesía y relato de nuestro territorio.
Segundo, el teatro. En una ciudad que es referente internacional, es claro que las salas logran tomarse la festividad, aún cuando no hay apoyo del Gobierno. “Durante Ferias pudimos contarle el cuento de lo que es nuestra querida y hermosa ciudad de Manizales (...) Aquí hay otras faenas”, le dijo Augusto ‘Tuto’ Muñoz, director del Teatro Punto de Partida, a La Patria Radio.
Finalmente, la identidad y las expresiones de las personas mayores. Cada vez con más espacio en una ciudad que se hace más adulta. Es una oportunidad para enriquecer la Feria desde la celebración de las nostalgias, el intercambio generacional de saberes y la reconstrucción de las memorias. Algo de eso me pareció ver con Ay Tango, en la Calle del Tango y la Carrera 23.
“La oración del torero” arranca con un pasodoble. Luego da lugar a un andante, un lento, hasta terminar de nuevo con el pasodoble. Nos regala un lugar del medio, con la fiesta al tiempo del sentido.