Hace años recorría las carreteras del Valle uno de esos místicos de excéntrica apariencia que pretenden alertar a las comunidades sobre sucesos sobrenaturales, quien portaba un aviso que rezaba: Vuelve el Señor. De trecho en trecho se detenía, echaba una perorata a la que nadie le paraba bolas y seguía. No parece que el anuncio del ingenuo loquito se hubiera cumplido, porque la realidad es que el mundo parece estar dejado de la mano de Dios, abandonado a su suerte y en manos de otros personajes que sólo se ocupan de asuntos mundanos.
Los hechos catastróficos, causados por desidia oficial o construcciones defectuosas; y la degradación de los gobiernos, claman por el regreso del Redentor, para que rescate a sus criaturas, que naufragan en turbulencias de miseria, corrupción, desigualdades y violencia, como si el mensaje actual rezara: Mataos y robaos los unos a los otros. En un ambiente dominado por las redes de comunicación, tales sucesos estremecen a la humanidad y son pan de cada día en los noticieros y otros medios, que mientras más escandalosas son las noticias que más apetecen televidentes, lectores y anunciadores.
Pero el mundo sigue su marcha y las comunidades tienen que acomodarse a las circunstancias y buscarle la comba al palo sin perder la esperanza, que, según vienen diciendo desde tiempos inmemoriales, es lo último que se pierde.
La baraja de candidatos a remplazar en las elecciones de 2026 al actual presidente colombiano, como los reinados populares de belleza y los concursos de vocalistas aficionados, tiene de todo; hasta aspirantes con méritos. En tales eventos (reinados, concursos y elecciones) no siempre ganan los mejores, porque en la selección juegan factores distintos al buen criterio, como influencias personales, sobornos y otros recursos inconfesables.
“Las personas no quieren ser útiles sino importantes”, dijo Churchill con una de sus célebres frases, sabias y contundentes, que en esta columna se invocan con frecuencia, porque el primer ministro británico fue un estadista de variadas facetas humanas: intelectual, elocuente y acertado. La definición de sir Winston explica la aparición de numerosos aspirantes a ocupar el solio de Bolívar, sin más méritos que sus propias ganas de figurar. Mientras que colombianos con muchos méritos, y larga y exitosa trayectoria en actividades públicas, naufragan con sus aspiraciones de gobernar, ante el desagrado y la frustración de los ciudadanos sensatos.
El regreso del Señor, anunciado por el místico trashumante, tiene que incluir en la comitiva al Espíritu Santo con sus lenguas de fuego, para que iluminen las mentes de los electores y éstos ejerzan su derecho constitucional con responsabilidad y patriotismo y no seducidos por engaños y promesas de candidatos sacados del sombrero de un mago, maquillados de estadistas para atraer al “oscuro e inepto vulgo”, como definió al pueblo el presidente Laureano Gómez (1950-1953). Ese pueblo es la materia prima del sistema democrático, que exige revisarse por ineficiente y engañoso.