En un mundo marcado por la fragmentación y el egoísmo, trabajar por el bien común se erige como el aglutinante que impulsa la transformación social.
Este compromiso no es un ideal abstracto, sino la vía segura para alcanzar un crecimiento personal y colectivo.
Cada acción responsable y con sentido de humanidad se vuelve un eslabón esencial en la construcción de un futuro más justo y solidario.
El individualismo, que nos carcome desde adentro, halla en el bien común su remedio más eficaz. Al priorizar el bienestar colectivo sobre intereses meramente personales, liberamos a nuestras relaciones de la limitada reciprocidad del intercambio y abrimos la puerta a un círculo virtuoso de generosidad y gratuidad.
Así, la individualidad se enriquece mediante el compromiso y la colaboración, los fines compartidos y la búsqueda del bien común.
La falta de confianza, la desconfianza para ser directo, nos está carcomiendo y alejando del bien común. Trabajar por el bien común implica deshacerse del pesado equipaje de intereses propios y egoístas.
Si no nos vaciamos de esa carga enraizada en nuestra torcedura estructural del egoísmo, seremos agentes de destrucción y autodestrucción: generamos exclusión, no seremos construcciones de transformación y no seremos capaces de mejorar las condiciones de posibilidad de la vida y bienestar de los humanos, incluidos nosotros mismos.
Hoy, más que nunca, es imperativo romper con el individualismo que nos encarcela. Solo a través de la solidaridad y el compromiso genuino podremos forjar una sociedad en la que la generosidad supere el egoísmo, y donde cada gesto de altruismo se convierta en el cimiento de una transformación real y duradera.
En una reciente encuesta sobre juventudes en Barranquilla Cómo Vamos, realizada a finales del año pasado, se mostraba cómo los jóvenes sólo estaban dispuestos a ayudar por el bien común como un 30% y al indagar cuál era el obstáculo señalaban que era difícil trabajar con otros para lograr esas transformaciones.
Así una de las competencias que más debemos trabajar en las nuevas generaciones es la posibilidad de trabajar en equipo, de colaborar, de cooperar, de aceptar que los otros también pueden aportarme, que implica necesariamente una colaboración flexible entre todos.
De esta manera podremos de verdad sembrar en el corazón y dar herramientas en las manos de las nuevas generaciones para trabajar por el bien común. Entre las habilidades que Mckinsey plantea para enfrentar el futuro están el trabajo en equipo juntamente con el liderazgo.
No podemos quedarnos en discursos genéricos y en exhortaciones, hay que darle una caja de herramientas a las nuevas generaciones.
Un ejemplo es el programa que tiene la Unidad de Acción Vallecaucana de formación de jóvenes populares en liderazgo en su proyecto de fortalecimiento de liderazgos para el desarrollo de la democracia, desde la incidencia de lo público, el buen gobierno y la participación ciudadana.